¿Se acabó el monopolio? ¿Era tan fácil? Todo esto huele mal, y me temo que puede salir peor. Opinión de Pablo Alabarces.
Esto merece dos visiones que no son contrapuestas, sino complementarias.
Todo lo malo de Torneos. Sencillamente, que TyC desaparezca o se funda sólo puede ser lamentado por las fuentes de trabajo: hay montones de técnicos y administrativos, hay buenos camarógrafos y buenos directores. Periodistas… muy, pero muy poquitos que merezcan una lágrima. Está, claro, el mejor periodista deportivo televisivo de la Argentina, Alejandro Fabbri. Y están todos los que no hacen fútbol, con Bonadeo a la cabeza. Escondidos detrás están los que han hecho de la televisación del fútbol una vergüenza estética y una calamidad ética. Convoquemos, si no, a una marcha de admiradores de Recondo, Palacios, Pagani o Farinella. TyC, además del dato innegable del monopolio, es la responsable del desastre: del adelgazamiento de los lenguajes, de la ignorancia ramplona que estructura las transmisiones, del racismo a veces desenfadado, de la exhibición del narcisismo desaforado de los hinchas vuelto horizonte del pensamiento. TyC cambió las gramáticas de la transmisión deportiva, pero eso no significó sólo belleza: significó grosería, machismo, homofobia, sexismo, convencionalismos; transformó a jugadores, técnicos y árbitros en estrellitas televisivas más preocupadas por el primer plano –porque todos sabían que la cámara los buscaba, les metía la lente en el primer molar izquierdo– que por el juego. TyC es la responsable directa del tribunerismo de los jugadores; es la culpable de tanto “a ganar o a morir” que desbordó los lenguajes, los exasperó hasta la violencia. TyC, junto con Olé (otra perla del monopolio), transformó a los periodistas en hinchas, achatando sus lenguajes, haciéndolos jactarse de sus pasiones –y los periodistas estaban siempre para otra cosa, según enseñaban las viejas y buenas tradiciones del oficio.
Y además, como buen monopolio, TyC censuró, reprimió, persiguió. Echó a periodistas por disentir, silenció voces. Otra muestra: ese tal Bombau, ese genio de las finanzas que corrió a pedir auxilio a la embajada norteamericana, el miércoles a la noche citó “al periodista Gustavo Grabia”, que había publicado un año atrás un reportaje a Grondona en Olé; pero no dijo que antes de eso lo habían echado de TyC por, justamente, criticar a Grondona.
¿Todo lo bueno de la AFA? Pero resulta que enfrente están la AFA y el Gobierno, que siempre lúcido, atento, con una dirección ideológica claramente socialista, se arroja en los brazos de Julio Grondona para hacerle daño a Clarín… No, discúlpenme. Separemos pajas y trigos. La intervención del Estado –no del Gobierno– en la política comunicacional y cultural es un reclamo básico por el que muchos venimos peleando hace años. Que un sistema nacional de medios públicos capture el fútbol es coherente con una política extendida que se haga cargo de aquello que debe ser protegido, revalorizado, expandido, como un proceso de afirmaciones culturales coherentes y convincentes. Esa política no existe. Por un lado: eso permitiría la gratuidad real –por ahora, nadie habla de salirse del cable–, por ejemplo con la satelitización masiva y gratuita. Frente a esto, a la oposición, que radicaliza su conservadurismo, lo único que se le ocurre son dos argumentos: el primero, que es un contrato entre privados –lo que supone que no quieren ninguna regulación, que los patrones pueden explotar tranquilos a sus empleados porque son todos privados–. El segundo, el sambenito de la pobreza, como si un contrato televisivo –además, inevitablemente muy rentable– fuera más responsable de ella que las políticas neoliberales de los últimos treinta y cuatro años, ejecutadas por… esa misma oposición –y ese mismo oficialismo–.
No: una vez más, su ignorancia no les permite leer con claridad. Lo crítico de esta cuestión son otros dos problemas: uno, por la ausencia de dirección y coherencia en política comunicacional y cultural, lo primero que se les ocurre es convocar a Marcelo Araujo… es decir, uno de los principales responsables de las barrabasadas éticas y estéticas de las que hablaba antes. El segundo y principal: ¿con Grondona? ¿Con estos dirigentes? ¿Con los propios cómplices del estado de cosas que hemos denunciado? ¿Con Meiszner, el tipo que sostuvo que los muertos por la violencia futbolística lo eran por causas naturales? Perdón: si la vamos a hacer bien… ¿no es el momento exacto para intervenir la AFA? ¿Democratizar (como dice Kirchner) el fútbol? ¿Vamos a democratizar algo con Grondona? ¿Justo con Grondona?
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